martes, 22 de mayo de 2012

05.

No sabía cómo demonios había acabado allí, se decía que necesitaban tripulación, no importaba si se trataban de mujeres u hombres, por eso estaba ella frente al muelle, rodeada de más personas que también iban amordazadas. Le habían quitado el saco de la cabeza que servía para ocultar su identidad, pero una vez que pudo ver con claridad observó la hermosa puesta de sol que se alzaba ante los presentes, el cielo anaranjado hacía parecer como si la silueta negra del barco estuviera en llamas, era una visión llena de agonía, de sentimiento, de soledad. Sabía que le estaban hablando, sabía que la empujaban para que subiera por la pasarela, pero la chica no podía apartar la vista de las cinco personas que se encontraban a contraluz del sol, ya subidas en el navío. Una de ellas era el Capitán, más joven de lo que pensaba, con pintas de mujeriego pero  el que sabía lo que se hacía. Otro de los presentes era un tripulante, parecía un niño con pintas de Apolo, pues era mensajero y criador de palomas, sostenía uno de esos animales alados entre sus manos, para impedir que escapara, el reflejo del sol anaranjado hacía parecer que de sus dedos crecieran alas de libertad. De los otros tres no destacaba nada en particular.
Subió con la congoja en el pecho hasta tocar el suelo de madera con sus tacones, el Capitán se acercó y la miró, acarició su mejilla y preguntó.


- ¿Tienes miedo? 


- Sí, estoy aterrorizada.


- Te enamorarás de mí, lo sé.


- Ya me he enamorado, del barco, de tu tripulación, del sol. Pero jamás de ti, no quiero quitarle el gusto a las demás rehenes. Si lo hiciera ya no me sentiría especial. ¿Por qué iba a interesarme por alguien que me ha robado en contra de mi voluntad?


- Es lo que quería escuchar.


-Fín de un sueño.-

viernes, 10 de febrero de 2012

04.

Lily recorrió el camino de piedrecitas de manera torpe, a pesar de haber caminado por él durante bastante tiempo, aún no se había acostumbrado del todo.
El atardecer se le echaba encima, así que se quedó mirando al cielo metida en sus pensamientos y sosteniendo la cancela oxidada, para que los invitados de la fiesta que ya se iban pudieran salir.

Era una celebración normal pero no supo por qué en esos momentos alzó su mirada y un esbelto caballero de piel morena cruzó la entrada subido a lomos de su caballo color chocolate. Llevaba un extraño sombrero de plumas y en la oreja lucía un enorme y verdoso pendiente jade, símbolo de su riqueza. Lily simplemente lo observó, y pareció percatarse de ello porque le devolvió la mirada con aires arrogantes, puso a su caballo al trote y salió al camino de tierra, ella, como por acto reflejo, echó a correr detrás del caballero, mientras un montón de sentimientos desconocidos se arremolinaban en su pecho. No tuvo más remedio que pararse cuando giró una esquina y le vio alejarse a gran velocidad, al galope, chocando contra los últimos y anaranjados rayos de sol. Lágrimas salieron de los ojos miel de ella, sin  motivo alguno. Agachó la mirada y vio que en el suelo se había quedado una de las plumas del sombrero del jinete, sin duda la cogió y volvió a mirar al frente, pero ya no había nadie, y el sol se había puesto. Estaba sola, en aquel camino, con una pluma en las manos y un intenso vacío en su corazón.

Fín de un sueño.

lunes, 6 de febrero de 2012

03.

Vivo en el país de los payasos, con máscaras de porcelana y lentillas de colores. 
"No tengas miedo" dicen, y sus rostros se vuelven a desencajar. 
"No sigas llorando" gritan, y sus voces me vuelven a golpear.
Risas por todas partes se comienzan a escuchar, pero mi payaso favorito se va abriendo paso a través de los demás.
Sus ojos no son de color postizo y su risa menos pronunciada de lo normal, se va acercando por el camino de recuerdos a olvidar, y su máscara posee dos brechas de más.

Fín de un sueño.

sábado, 4 de febrero de 2012

02.

A la mujer le encantaba el olor de la sangre, no es que buscara pelea, pero muchos vampiros renegados deseaban acabar con su no vida. Lo que más le gustaba era ver las caras de sus cazadores cuando se convertían en cazados, adoraba cogerles del cuello y atravesarles el pecho de una estocada con la mano y se frustraba cuando tenía que apretar más de lo normal para conseguirlo, así era ella.
Al hombre le iban las normas, a menudo regañaba a los que las incumplían, resultaba hasta pedante, pero ella lo quería. Lo quería como un maestro, como un amante o un mesías, pero era algo inalcanzable, igual que sus ojos azules. A menudo les recordaba que no podían enamorarse de humanos, o cazar más de los necesarios, o darse a conocer...
Traidor, esa fue la palabra que se le pasó por la cabeza a la mujer cuando decidió seguirlo una noche y ver cómo abrazaba a una humana, cómo la besaba y le decía te quieros susurrados. No recordó la última vez que había despedazado a alguien de aquella forma, pero a él lo dejó intacto, con su mirada llena de odio dirigiéndose hacia ella como si se olvidase de las numerosas normas que impuso a los demás.

Fín de un sueño.

viernes, 3 de febrero de 2012

01.

La chica se dirigió a la cocina, y cuando vio la puerta de la entrada sintió un miedo irracional, sabía que si permanecía asi por mucho tiempo aquellos "seres" podían entrar cuando quisieran. Aligeró el paso y cerró la puerta de forma que se escuchó en casi todo el portal, y los dos que se encontraban esperando a calentar su comida la miraron como si fuera una loca.

- ¿Quién ha dejado la puerta abierta?

- Yo, ¿qué pasa? Se habían ido, asi que no hace falta estar encerrados.
¿Por qué tenia que ser él? Ni siquiera pudo seguir regañándole, a veces lo odiaba por eso. Pero supo que lo hizo para que ella dejara de tener miedo. El chico que lo acompañaba sacó su comida y decidió despedirse, a él tampoco le gustaba estar mucho tiempo en aquella cocina. La muchacha entró, con un peine pequeño en las manos.

- Siempre sueles ir bien peinado, pero hoy no has sabido hacerlo.- Alzó la mano y le acarició uno de los mechones que se le escapaban, para después pasar el peine por su pelo, rozando de vez en cuando el cuello de él. Apenas hablaron mientras tanto, pero su comida se había calentado hace rato. Lo último que peinó fue la parte de delante y él se estiró para darle un beso desde abajo.
La puerta se abrió de nuevo, pero ahora la chica ya no tenía miedo.

Fín de un sueño.